domingo, 26 de mayo de 2013

RESPUESTA AL PLAN AMOROSO DE DIOS CON LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

La Libertad, Don y Tarea que Dios nos da:

La libertad es el poder dado por Dios al hombre de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar de este modo por sí mismo acciones deliberadas. La libertad es la característica de los actos propiamente humanos. Cuanto más se hace el bien, más libre se va haciendo también el hombre. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, Bien supremo y Bienaventuranza nuestra. La libertad implica también la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. La elección del mal es un abuso de la libertad, que conduce a la esclavitud del pecado.
Sólo un Dios omnipotente pudo crear un ser libre. Sin libertad no hay dignidad de la persona. La libertad hay que entenderla como un don y una tarea. Como un “don”, es ciertamente un don extraordinario que Dios hizo al hombre. 

La Libertad es un acto netamente Humano:
La libertad no es sinónimo de “espontaneidad” (hacer lo que uno siente ganas de hacer) sino es la característica de nuestra voluntad atraída hacia el bien. Dios nos amó tanto que nos creo a su imagen y semejanza, nos “regalo” el mundo y todo lo que está contenido en él. Pero también quiso que viviéramos en comunidad y amor gozando de libertad como lo hace la Santísima Trinidad.




La libertad hace al hombre responsable de sus actos, en la medida en que éstos son voluntarios; aunque tanto la imputabilidad como la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas o incluso anuladas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia soportada, el miedo, los afectos desordenados y los hábitos.
El derecho al ejercicio de la libertad es propio de todo hombre, en cuanto resulta inseparable de su dignidad de persona humana. Este derecho ha de ser siempre respetado, especialmente en el campo moral y religioso, y debe ser civilmente reconocido y tutelado, dentro de los límites del bien común y del justo orden público.
Ante el llamado de Dios a la libertad lo primero que debemos hacer es entender: qué es ser auténticamente libre.
Todo acto se hace con un fin, sino hubiera una intención no actuaríamos. Para que una acción sea buena no basta con que su objeto sea bueno, se requiere además que el fin por el que se actúa sea bueno también. El fin puede influir de diversas maneras en la moralidad de los actos:
El fin bueno puede hacer que la acción buena sea mejor. Por ejemplo: rezar, que es una acción buena, aumenta su valor si se hace para conseguir la conversión de los pecadores – fin bueno.
El fin malo hace mala una acción que podía ser buena. Por ejemplo: dar limosna – objeto bueno – para que me vea la gente y hablen bien de mí – fin malo.
El fin malo aumenta la malicia de una acción mala. Por ejemplo: emborracharse – objeto malo – para luego robar – fin malo.
El fin bueno nunca convierte en buena una acción mala. Por ejemplo: no se debe robar a una persona rica para dárselo a un pobre. Nunca se debe hacer un mal para conseguir un bien.
No basta tener buena intención para actuar rectamente: es necesario que lo que se hace sea moralmente bueno. Sólo así nuestras acciones son moralmente rectas, agradan a Dios y merecen ser premiadas.

Para eso pongamos algunas afirmaciones básicas:
a)    La libertad es un don de Dios que nos ayuda a encontrar la mejor forma de realizarnos como personas.
b)    La libertad no se nos ha dado para autodestruirnos o para hacer el mal.
c)    “El mal es la ausencia de todo bien debido” (Sto. Tomás). Es como un vacío.

La Libertad nos lleva a actuar con Responsabilidad:
La libertad lleva consigo la responsabilidad. Cada uno es responsable ante Dios de lo que hace, independientemente de lo que vea o piense la gente. Uno sabe en conciencia si obra bien o mal, y sabe que Alguien “siempre” lo ve. Por faltar la libertad no se es “responsable”:

*   Si hay ignorancia inculpable: cuando no se sabía que eso estaba mal. Sin embargo hay cosas que se deben saber y sólo por negligencia puede darse su desconocimiento; en este caso si habría culpabilidad.
*   Cuando falta advertencia: por ejemplo cuando se está dormido u otros le han emborrachado.
*   Si falta el consentimiento: por ejemplo porque hay una coacción total.

Hay responsabilidad en los pecados ajenos, en quien colabora a sabiendas en el pecado que comete otra persona actúa mal: comete el mismo pecado que el que peca.

La cooperación al mal ajeno puede ser de dos maneras:
a)  Cooperación formal: se colabora voluntariamente a la mala acción. Por ejemplo, quien ayuda a otro robar. La cooperación formal nunca es lícita, pues equivale a participar en el pecado ajeno.
b)  Cooperación material: se colabora a la acción pero no se quiere el pecado que el otro realiza. Por ejemplo, la señora que está en una sucursal bancaria, entran unos ladrones y la amenazan de muerte para que les ayude a llevar el dinero hasta un coche.
Un caso especial de responsabilidad en los pecados ajenos es el pecado de escándalo. Escándalo es toda acción, palabra u omisión que lleva a otro a pecar. Por ejemplo, incitar al robo o publicar artículos que llevan a pensar mal a  los demás.