NOSOTROS
Y LA CREACIÓN:
“Como
discípulos de Jesús nos sentimos invitados a dar gracias por el don de la
creación. En el designio maravilloso de Dios, el hombre y la mujer están
llamados a vivir en comunión con Él, en comunión entre ellos y con toda la
creación”. Uno de los signos del espíritu cristiano en la vida pública es
la defensa y protección del medio ambiente que es una forma de convivencia
pacífica y respetuosa con la naturaleza.
La
naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y
nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida .Nos habla del creador y de su
amor a la humanidad. La naturaleza está a nuestra disposición no como un montón
de desechos esparcidos al azar, sino como un don del creador que ha diseñado
sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que
se debe seguir para guardarla y cultivarla. Caritas in Veritate N°48.
EL ROL DEL HOMBRE Y
SU COMPROMISO CON LA CREACIÓN:
El
ser humano es superior a todos los seres creados por Dios; es el único que
posee, cuerpo y espíritu. Dios lo hizo a su imagen y semejanza. Es justamente
esta parte espiritual que nos distingue de los animales y lo acerca a Dios y
hace que seamos sus criaturas más amadas, esto nos hace responsables con las
criaturas inferiores y con nosotros mismos.
Debemos
ser solidarios con las demás criaturas, porque compartimos con ellas al mismo
creador y al igual que ellas estamos ordenados para su gloria. Además gracias a
nuestra parte espiritual, somos las únicas criaturas capaces de dar cuenta a
Dios de todo lo que nos ha dado, de agradecerle, servirle, y establecer una
amistad con Él.
La
creación fue dada al hombre para desarrollarla y desarrollarse él mismo,
servirse de ella y administrarla con responsabilidad. El hombre mismo es capaz
de darle sentido a todo el mundo material, gracias a su inteligencia. Las
estrellas, el mar, las plantas, etc. muestran las maravillas del creador. El
hombre es “cocreador” por lo tanto “corresponsable” del universo.
Creer
en la creación quiere decir también esforzarse por hacer mejor el mundo, por
perfeccionarlo, mediante el trabajo, el estudio, el cuidado. En efecto el
hombre por su inteligencia y su espíritu de decisión, su trabajo, su amor, es
custodio o guardián del universo. Necesitamos vivir en constante colaboración
con los demás para que juntos obtengamos éxitos que son la alegría de Dios.
LA ECOLOGÍA:
Una
forma concreta de atentar con la vida del hombre es deteriorar el ambiente en
el que vive. Cualquier violencia en el medio ambiente repercutirá tarde o
temprano en el hombre. La ecología y el medio ambiente han empujado la admisión
que en el uso que realizan las tecnologías en los recursos naturales, conllevan
el sometimiento de normas morales. Estamos obligados a evaluar las
consecuencias que sobre el medio ambiente y calidad de vida tienen nuestras
decisiones, para la generación actual y futuras a las que deberemos transmitir
un mundo "habitable".
"En
el campo de la ecología se ha de tener presente que los bienes de la tierra han
sido creados por Dios para ser sabiamente usados por todos: estos bienes deben
ser equitativamente compartidos, según la justicia y la caridad" Compendio Doctrina Social de la Iglesia N°481.
IGLESIA Y ECOLOGÍA:
La respuesta de la Iglesia ante el tema
ecológico, quiere ser evangélica, integra y positiva. No se trata sólo de
evitar una catástrofe, sino de dar a la creación entera su propio sentido
teológico y evangélico.
Ecología humana y social
Es necesario que exista una especie de
ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza
está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando
se respeta la “ecología humana” en la sociedad, también la ecología ambiental
se beneficia. El Papa Benedicto XVI subrayaba que “además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos
llamar "humana", y que a su vez requiere una "ecología
social". Esto comporta que la humanidad, si tiene verdadero interés
por la paz, debe tener también respeto por la naturaleza, y la ecología humana.
La experiencia demuestra que toda actitud irrespetuosa con el medio ambiente
conlleva daños a la convivencia humana, y viceversa. El Papa Juan Pablo II, escribe:
"No sólo la tierra ha sido dada por
Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es
un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un
don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que
ha sido dotado”. (…)
Ecología y justicia
Entre las injusticias que destruyen a los
pueblos, figuran “la falta del debido
respeto a la naturaleza, la explotación desordenada de sus recursos y el
deterioro progresivo de la calidad de la vida”. Los efectos negativos de
estas injusticias son evidentes: devastaciones causadas en la naturaleza,
disminución gradual de la capa de ozono y el consecuente “efecto invernadero”,
los gases producidos por la combustión de carburantes fósiles, la deforestación
incontrolada, los cambios meteorológicos y atmosféricos cuyos efectos van desde
los daños a la salud hasta el posible sumergimiento futuro de las tierras bajas,
etc. Por otra parte, “Es injusto que
pocos privilegiados sigan acumulando bienes superfluos, despilfarrando los
recursos disponibles, cuando una gran multitud de personas vive en condiciones
de miseria, en el más bajo nivel de supervivencia. Y es la misma dimensión dramática
del desequilibrio ecológico la que nos enseña ahora cómo la avidez y el
egoísmo, individual y colectivo, son contrarios al orden de la creación, que
implica también la mutua interdependencia”.
Ecología y moral
“Pero
el signo más profundo y grave de las implicaciones morales, inherentes a la cuestión
ecológica, es la falta de respeto a la vida, como se ve en muchos
comportamientos contaminantes”. La crisis ecológica
es un problema moral y demuestra cuán profunda es la crisis moral del hombre,
pues “la indiferencia o el rechazo de las
normas éticas fundamentales lleven al hombre al borde mismo de la autodestrucción”.
El Papa Benedicto XVI ha subrayado “que
es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más
importante que la persona humana misma. La salvación del hombre no puede venir
únicamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista”. El
Génesis (2,15), dice que el Creador confía al hombre el cuidado de la
tierra. “De aquí surgen obligaciones muy
concretas para cada persona relativas a la ecología. El hombre es cuidador de
las criaturas, no dueño. Debe proteger el ambiente natural y el ambiente social
y nunca hacer uso de la naturaleza contra su propio bien”.
Ecología y solidaridad
“La
cuestión ecológica no debe ser afrontada únicamente en razón de las terribles perspectivas
que presagia la degradación ambiental: tal cuestión debe ser, principalmente, una
vigorosa motivación para promover una auténtica solidaridad de dimensión
mundial”
Esta solidaridad se ha de manifestar
especialmente en las relaciones entre países en vías de desarrollo y países
altamente industrializados, en mejorar la eficacia energética y al mismo tiempo
progresar en la búsqueda de energías alternativas, en la justa redistribución
planetaria de los recursos energéticos. La tierra es una “herencia común” que
implica un “espíritu ecológico”, nacido de la conciencia de que “sus deberes
con la naturaleza y el Creador forman parte de su fe. El compromiso del
creyente por un ambiente sano nace directamente de su fe en Dios creador. El
respeto por la vida y por la dignidad de la persona humana incluye también el
respeto y el cuidado de la creación, que está llamada a unirse al hombre para
glorificar a Dios. Reconocer que el pecado contamina y destruye.
Ecología y vida
El Papa Benedicto XVI invoca: “Que la luz y la fuerza de Jesús nos ayuden
a respetar la ecología humana, conscientes de que la ecología medioambiental se
beneficiará también de ello, ya que el libro de la naturaleza es único e
indivisible”. Existe un
nexo muy estrecho entre el respeto a la persona y la salvaguardia de la
creación. "Los deberes respecto al
medio ambiente se derivan de los deberes para con la persona, considerada en sí
misma y en su relación con los demás. Si el hombre se degrada, se degrada el
entorno en el que vive; si la cultura tiende a un nihilismo, si no teórico, al
menos práctico, la naturaleza no podrá menos de pagar las consecuencias”.
El Papa Juan Pablo II llamaba la atención sobre el cuidado preferencial que se
había de dar a la vida, a toda vida. “El
dominio confiado al hombre por el Creador no es un poder absoluto, ni se puede
hablar de libertad de "usar y abusar", o de disponer de las cosas
como mejor parezca”.
Ecología espiritual
El Papa Benedicto XVI dice: “Lo que el aire es para la vida biológica,
lo es el Espíritu Santo para la vida espiritual; y, como existe una contaminación
atmosférica que envenena el ambiente y a los seres vivos, también existe una
contaminación del corazón y del espíritu, que daña y envenena la existencia
espiritual. Así como no conviene acostumbrarse a los venenos del aire y por eso
el compromiso ecológico constituye hoy una prioridad, se debería actuar del
mismo modo con respecto a lo que corrompe el espíritu. En cambio, parece que
nos estamos acostumbrando sin dificultad a muchos productos que circulan en
nuestras sociedades contaminando la mente y el corazón, por ejemplo imágenes que
enfatizan el placer, la violencia o el desprecio del hombre y de la mujer.
También esto es libertad, se dice, sin reconocer que todo eso contamina,
intoxica el alma, sobre todo de las nuevas generaciones, y acaba por
condicionar su libertad misma. En cambio, la metáfora del viento impetuoso de
Pentecostés hace pensar en la necesidad de respirar aire limpio, tanto con los
pulmones, el aire físico, como con el corazón, el aire espiritual, el aire saludable
del espíritu, que es el amor”.
MINISTROS Y SERVIDORES DE LA CREACIÓN
Esta relación, a la luz de la doctrina sobre
Dios Padre, creador del cielo y de la tierra, el hombre ha sido puesto en el
centro de la creación como “ministro del Creador”. Se sugieren algunas propuestas:
§ Guardar
la norma fundamental del respeto a la vida. Defendiendo
la dignidad de la persona como inspiradora de un sano progreso económico,
industrial y científico.
§ Tomar
conciencia de la importancia de la cuestión ecológica” Ante
el extendido deterioro ambiental, no se puede seguir usando los bienes de la
tierra como en el pasado, sino que hay que favorecer nuevos programas y e
iniciativas a favor de un mejor cuidado de la tierra.
§ Educar
el sentido de responsabilidad ecológica. Con nosotros
mismos. Con los demás. Con el ambiente. Invertir en educación para formar una
amplia y profunda "responsabilidad ecológica", basada en el respeto
al hombre y a sus derechos y deberes fundamentales.
§ La
primera educadora es la familia. Allí se aprende a
respetar al prójimo y amar la naturaleza.
§ Revisión
del estilo de vida. En muchas partes del mundo esta misma
sociedad “se inclina al hedonismo y al
consumismo, pero permanece indiferente a los daños que éstos causan”. La
austeridad, la templanza, la autodisciplina y el espíritu de sacrificio deben conformar
parte de la vida diaria a fin de que la mayoría no tenga que sufrir las
consecuencias negativas de la negligencia de unos pocos”.
§ Principio
de interdependencia. Las dimensiones de los problemas
ambientales sobrepasan en muchos casos las fronteras de cada Estado. Su
solución, pues, no puede hallarse sólo a nivel nacional.
§ Necesidad
de soluciones coordinadas. Ante los desafíos, que el mundo debe
afrontar, se debe tener una coherente visión moral.
§ Urgencia
moral de una nueva solidaridad. Especialmente en las
relaciones entre los Países en vías de desarrollo y los Países altamente
industrializados.
§ Incluir
la cuestión ecológica en el más amplio contexto de la causa de la paz.
“debe tener siempre presente la interrelación entre la ecología natural, es
decir el respeto por la naturaleza, y la ecología humana. La experiencia
demuestra que toda actitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a
la convivencia humana, y viceversa”.
§ Derecho
a gozar de un ambiente. Cada Estado deba garantizar este
derecho en al ámbito de su propio territorio.
§ Obligación
moral de contribuir al saneamiento del ambiente.
Tanto por razones religiosas, como de responsabilidad ante el bien común, nadie
puede eximirse de esta obligación moral.
§ Atender
particularmente a los sectores más vulnerables de la sociedad. Creando
en el interior de cada Estado un adecuado orden socio‐económico.
§ Afrontar
las formas estructurales de pobreza existentes en el mundo.
De lo contrario no se logrará el justo equilibrio ecológico.
§ Tener
en cuenta el valor estético de la creación. La Biblia habla a menudo de la
bondad y de la belleza de la creación, llamada a dar gloria a Dios.